martes, 30 de enero de 2018

Yes - CLOSE TO THE EDGE


1. Close to the Edge (18:41)
(The Solid Time of Change, Total Mass Retain, 
I Get Up I Get Down, Seasons of Man)
2. And You and I (10:08)
(Cord of Life, Eclipse, The Preacher the Teacher, Apocalypse)
3. Siberian Khatru (8:55)

De entre todos los grandes grupos del rock progresivo, y con la excepción de ELP, confieso que con Yes es con el que menos consigo conectar. Debe ser algo personal, porque en realidad no puedo exponer qué tienen otros que no tengan ellos, o viceversa. Soy incapaz de poner pegas a su mérito artístico como banda emblemática de la edad dorada del género, pero siento que de algún modo su sonido ha envejecido más que el de otras formaciones clásicas de entonces. Creo que tiene algo que ver con el hecho de que nunca renunciaron a la rebeldía improvisativa y divagadora del rock de finales de los sesenta, y esto los hace menos "sinfónicos", menos "estructurados" compositivamente de lo que me suele gustar. Será que soy un poco cabeza cuadrada.

Contraportada

Y no es que Close to the Edge (1972) renuncie al barroquismo instrumental, las melodías felizmente deslavazadas y los instrumentos desbocados de otros álbumes de Yes, pero aquí el aglutinante, el cemento entre los ladrillos, es de una rara belleza que causa fascinación. Su anterior trabajo Fragile (1971) es también un clásico, sobre todo por el potente, novedoso sonido de temazos como Roundabout, pero es en Close to the Edge donde Yes realiza su más redonda aportación al sonido fantasioso y libérrimo del prog. Al parecer, el álbum estaría vagamente inspirado en Siddhartha (1922), la novela de Hermann Hesse.

Diseño interior del álbum, obra de Roger Dean.

Participa en el álbum la que podría ser la alineación más mítica de Yes, con la peculiar voz principal de Jon Anderson, el virtuosismo de Chris Squire (bajo), Steve Howe (guitarra) y Bill Bruford (batería), y con la determinante aportación cósmica de Rick Wakeman a los teclados. En el siguiente trabajo de estudio del grupo ya no estaría Bruford, que sería sustituido por Alan White, aunque sí participó en el célebre Yessongs (1993), álbum doble grabado en vivo y correspondiente a la gira promocional del álbum que nos ocupa. Parece que Bruford sintió que en Close to the Edge lo había dado todo y necesitaba pasar página.

Close to the Edge, en vivo (1975).

El tema homónimo al álbum es emblemático, sobre todo porque en obras posteriores (con la cercana excepción del mastodonte Tales from Topographic Oceans de 1974) repetirían la idea de una cara A con una única pieza larga y una cara B con otros temas diversos. "Cerca del borde" es además una gozada gracias a su alternancia de tramos lentos y rapidísimos, sus pinceladas a coro, y por supuesto por sus arreglos etéreos de sintetizador.

And You and I

En absoluto desmerecen los otros dos temas, también bastante extensos. And You and I destaca por su elegancia generalizada cercana al folk, muy armoniosa pese a no ser un tema lineal, y por su delicado primer tramo instrumental; y Siberian Khatru, más rockera, posee un riff poderoso de base y alguna que otra exhibición de la habilidad de Wakeman que recuerda a lo que a veces hacía en sus trabajos en solitario. Se sabe que para lograr esta alquimia el grupo se las vio y se las deseó en el estudio, entre ideas geniales olvidadas de un día para otro, choques de individualidades e indisciplinas varias. Pero salió bien, ¿no?

Siberian Khatru

La portada incluyó por primera vez el famoso logo de la banda diseñado por Roger Dean, todo un icono visual de su tiempo. Y esto es definitorio, porque el diseño físico de los LPs de Yes parece ir unido a la música grabada de un modo muy especial, creándose una relación simbiótica entre ambos. Algunas fundas de sus vinilos están concebidas para ser observadas mientras escuchamos los discos, para que nos perdamos entre sus islas flotantes, sus bosques exuberantes y sus geologías imposibles. Una gozada que trasciende lo puramente musical y que aporta un "extra" en total desuso en estos tiempos de lo digital.

viernes, 12 de enero de 2018

Mike Oldfield - VOYAGER


1. The Song of the Sun (4:33)
2. Celtic Rain (4:41)
3. The Hero (5:04)
4. Women of Ireland (6:30)
5. The Voyager (4:26)
6. She Moves Through the Fair (4:06)
7. Dark Island (5:43)
8. Wild Goose Flaps Its Wings (5:04)
9. Flowers of the Forest (6:03)
10. Mont St. Michel (12:18)

Al final de las vacaciones de verano de 1996 se publicó el tercer álbum de Mike Oldfield para la Warner, titulado Voyager. Podemos especular sobre los diversos motivos que movieron al inglés a la hora de elegir su temática, pero me resulta difícil de creer que en ello influyese la relativa decepción comercial de The Songs of Distant Earth (1994), sobre todo pensando que habría sido ridículo intentar igualar un éxito inevitable como el del previo Tubular Bells II (1992). También me sorprende que se tienda a describir la relación de Oldfield con sus discográficas como si el primero fuese un pobre asalariado echando horas extras para impresionar a las segundas y ganarse sus simpatías, pero hay quien dice que el nuevo CD fue un producto puramente económico más o menos exigido por WEA para llenar las arcas. Yo me niego a pensar así de un disco como Voyager, un disco con grandes defectos pero también con un sentido de la belleza arrebatador.

El diseño del álbum muestra imágenes del islote ibicenco Es Vedrá.

Hablábamos de la temática de Voyager, que es bien conocida: la música celta. Oldfield había trasteado con esta tradición varias veces, sobre todo en sus grandes instrumentales (incluyendo el tardío Amarok), aunque quizá nunca de forma explícita. Digamos que la manera de componer del joven Mike ya estaba impregnada inconscientemente de ciertos patrones rítmicos y melódicos celtas desde el principio. También es cierto que la música celta estaba muy de moda a mediados de los noventa, por lo que el lanzamiento de un álbum como Voyager no podía ser más oportuno. Queda al gusto del consumidor distinguir entre oportunidad y oportunismo.

Contraportada.

Voyager no contiene una musica celta "pura", sino que sus temas están revestidos del clásico toque Oldfield, vistosos en lo melódico y exquisitos en la producción, si bien es posible que en algún punto se le vaya la mano con esto último. Se suponía que el CD iba a ser muy ortodoxo (de hecho, en él participan popes de lo celta como Sean Keane, Matt Molloy, Máire Breatnach, Liam O'Flynn o Davy Spillane), pero cuentan que alguien en Warner lo tachó de soso y Mike tiró de ordenadores para sazonarlo un poco. Creo que Voyager puede verse más como el homenaje de Mike Oldfield a la música celta que como "el álbum celta de Mike Oldfield".

Portadas de los singles The Voyager y Women of Ireland. El segundo contiene los típicos remixes de baile.

Voyager contiene 10 temas, de los cuales 4 son propios y 6 son versiones. La primera versión, más espectacular y aventurera que el original, es la contenida en The Song of the Sun ("La canción del sol"). Fue compuesta en su día por el gallego Bieito Romero para su banda Luar na Lubre bajo el título de O son do ar ("El sonido del aire"). También está The Hero, basada en el tema escocés Hector The Hero, que Oldfield arregla con estruendosas gaitas y un espíritu muy de banda sonora de cine. Por su parte, Women of Ireland, pese a que no es un tema estrictamente tradicional, ha pasado al repertorio general celta gracias a su interpretación por The Chieftains para la película Barry Lyndon (1975). Siendo Oldfield fan de Stanley Kubrick, llega a incluir en su versión un trocito del tema principal de la película, la Sarabanda de Händel. El trabajo de Mike a la guitarra, pese a no ser un tema especialmente arriesgado, es brillante.

The Song of the Sun

Women of Ireland

La siguiente versión es She Moves Through the Fair ("Ella se mueve por la feria"), un tema tranquilo pero elegante que Oldfield construye a partir de una canción irlandesa muy conocida, y que antes habían versionado Sinéad O'Connor, Loreena McKennitt, Art Garfunkel, Van Morrison y hasta Led Zeppelin, entre muchos otros. Ahora, para mi gusto, el tema versionado más apabullante de Voyager es Dark Island. Esta es la clase de música que ha hecho de Mike Oldfield un mito de la música instrumental contemporánea, una explosión sensorial que inunda los sentidos y nos eriza los vellos. Es difícil no escucharlo una segunda vez justo después de la primera.

Suena Dark Island sobre imágenes de las costa cántabra.

Queda una última versión, Flowers of the Forest, que pese a la luminosa grandiosidad (excesiva quizá) que le aporta Oldfield, es en su origen una pieza escocesa que conmemora una triste derrota militar, y además hoy en día se utiliza con frecuencia en funerales. Creo recordar que la voz femenina es la de Sally Oldfield, pero puedo equivocarme.

Flores del bosque

Muchas de las críticas negativas de Voyager se centraron en que los temas propios de Oldfield son más irregulares, y esto es estrictamente cierto. Celtic Rain es resultón y muy bonito, aunque deja poco poso. Quizá sea porque Oldfield lo compuso y lo grabó en un rato, cosa que tiene su mérito pese a no ser un corte memorable. The Voyager me gusta menos todavía, no porque sea realmente malo, sino porque a mi juicio tiene más producción que composición (la melodía, de hecho, parece no estar redondeada del todo) y se hace largo. No obstante, fue publicado como single.

The Voyager

Muy distinta es la impresión que deja Wild Goose Flaps Its Wings ("El ganso salvaje aletea"), un tema muy ambiental, muy chill out si se quiere, y que está inspirado en un movimiento del Tai Chi, al que Oldfield se había aficionado por aquel entonces. Superficialmente podría parecer que es muy largo y monótono, y que divaga, pero una escucha más atenta nos revela un tema con un poder evocador apabullante, compositivamente casi milagroso, y con una de las guitarras más profundas y expresivas que ha grabado Mike en toda su carrera. Es el tema de Voyager al que regreso más a menudo.

Wild Goose Flaps Its Wings

Pero Oldfield se guarda lo mejor para el final, el largo Mont St. Michel, que se inspira en la famosa fortaleza de cuento de hadas en la costa francesa. Es una pequeña suite de doce minutos en la que el músico lleva a cabo su más brillante ejercicio de fusión con el medio orquestal-sinfónico, tan armoniosa como cambiante, francamente espectacular. Se sabe que Oldfield tuvo ayuda de un experto orquestador, y el protagonismo recae más en la London Symphony Orchestra (la que dirigió John Williams en seis episodios de Star Wars) que en la guitarra de Mike, pero esto no resta valor a una pieza que supera -pese a su menor extensión- a posteriores incursiones clásicas suyas como Music of the Spheres (2008).

Clip oficial con una versión editada de Mont St. Michel.

Con más problemas de planteamiento que de ejecución, al menos en términos generales, Voyager no fue del todo bien recibido por la crítica y hay quien lo señala como el principio del bache creativo en el que se sumió su autor durante varios años, y que se confirmó con su mudanza a Ibiza en aquel mismo 1996 y la desafortunada publicación de Tubular Bells III en 1998. Para gustos, colores, pero en mi opinión Voyager, aun siendo artísticamente menos ambicioso de lo esperado, es uno de los discos "buenos" de la última etapa "buena" de Mike Oldfield, a la espera de saber si el reciente y fabuloso Return to Ommadawn (2017) conlleva un renacimiento prolongado para su autor. Del indudable legado popular de Voyager dan testimonio los muchos nuevos aficionados, e incluso grupos, que se acercaron a la música celta gracias a aquel álbum bisagra. Pese a quien pese, y con sus defectos a la espalda, es un clásico.
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